martes, 13 de octubre de 2009

NO ES TRISTEZA NI VÉRTIGO

No podían haber elegido otro momento peor para pedirme, exigirme, mejor, lo que comienzo a hacer, temblando de asombro, de impotencia, de asco: esperar en la antesala, sentado en el sillón, las piernas cruzadas, el corazón venga a latir en la camisa, la mirada en el vacío. No encuentran la botella, ¡vaya follón que han armado!, un revuelo como si la casa se incendiara. Temblando, lleno de asombro, de impotencia, de asco porque no es posible: recibir así de pronto una carta tan escueta, lacónica, impersonal, inhumana; con algunas alusiones a lo felices que éramos pero, en el fondo, fría, horriblemente fría. Hemos terminado para siempre, no puede ser, no puede ser. Diciéndome: “Vete, te vas a la mierda”.

Mi padre sale de su despacho, la camisa remangada, las manos en las sienes. Tal expresión de fastidio y crispación en el rostro que se le desfigura.”¿Qué pasa ahora?”.”Nada, que no encontramos la botella, ¡qué va a pasar!, ¿qué quieres que pase?”. Espero, en este abismo del conflicto familiar.

Espero, sin fuerzas para nada, en el limite de la paciencia: debí oponerme, decirles: ¡no!, tratar de explicarles la situación, que no estoy para bromas, para recados y menos de esta índole pero no obstante callo porque seria inútil: ya de por si mi situación aquí es difícil, tirante, complicadas las relaciones como para complicarlas aun mas, no sé, después de la bronca del otro día…por otro lado debo hacer algo, tomar alguna determinación, rápido, lo mas rápidamente posible, las mujeres son incomprensibles pero aun así…no hay quien entienda nada, esto ni ninguna cosa, te quería, Marta, ¡vaya si te quería!

Llegan triunfalmente del cuarto trastero enarbolando la botella buscada. Todos se ponen muy contentos, histéricos, diría yo.”Ahora solo resta llenarla”, dice mi madre. ¿Y yo que puedo hacer? Me levanto. En el patio el sol implacable de siempre, refulge en las blancas fachadas. Me siento incómodo, no hago más que sudar. Hace un calor del diablo. “En la calle Santa Clara, en el puerto –dice mi madre, acercándoseme con el pipi-, en el número dos”, añadiendo: Date prisa, que lo esperan”. En virtud de las reglas que el severo pudor imprime a la envoltura de objetos cuando se va por la calle, me habilitan un periódico provincial para que oculte el frasquito.¿Qué puedo hacer, Dios mío? Es que…lo que te quería no lo sabe nadie, ¿qué queda de ti? Oye, Marta, fíjate: yo de adolescente leia Las mil y una noches para compensarme. Había cosas bonitas, por ejemplo, mira: “Saboreo tu saliva como si fuera miel”, pero era horrible en el fondo, muy sucio, sabes, comprendes? No quisiera volver a las lecturas aquellas. ¿Qué queda de ti? Rememoro aquella tu mano posada , desmayada en la falda de flores (ese traje tan bonito que te has puesto en la primavera), tu rostro sonriente, inmóvil, la maravilla de tus ojos allí presidiendo tu geografía de mujer, tu piel cuando me mirabas, te quiero con toda mi alma, no he querido a nadie…

Pero todo se difumina en la memoria y temo este vértigo: también pienso en la carta que te tengo que escribir, se me figura demasiado larga, explicándote todo. No entiendo, no entiendo nada.Ciertamente allí estaba pesando como una losa la férrea oposición de tus padres pero, al fin y al cabo, de ese amargo e implacable condimento están regados muchos noviazgos y, mira, esas cosas se acaban superando, uno se acaba imponiendo a la familia hostil, te aceptan…que soy muy joven, bueno y que, que aun no terminé la carrera, bueno y que, ya la terminaré. Claro que te quería, horriblemente te queria (digo, “te quería”, me cago en la mar, ya hablo en pretérito) y te quiero, a mejor andabas con otro a la limón, cualquiera sabe, vete a saber, te tengo que escribir una carta, muy larga, en la que te voy a preguntar todo esto, ¿pero por qué, Marta querida?

Cargo con la orina, mi padre dice, me repite que, hale, que me de prisa. Malditas las ganas pero…tengo que aguantar lo que supone despedirme, recibir en la cara la sonrisita de un nebuloso familiar, bajar las húmedas escaleras y, sobre todo, llegar al resplandor de la calle vacía con la orina en bandolera. Todo esto me da un estupor, una tristeza, una pena que no puedo controlar, me encuentro mal, sensación de fiebre, el estomago me oprime. No va a ser fácil, desde luego, soportar esto.

Súbitamente me asalta la duda de si en la desproporción de la pena no estaré perdiendo un poco la dignidad. Si no me querías, Marta querida, ¿por qué no decírmelo, por que no me lo dijiste antes?

Avanzo por el profundo silencio de la Semana Santa de mi pueblo, calle abajo hasta la cuchilla de mar con sus cientos de miles de cristales de luz, pegándome a la derecha, donde está la raquítica sombra de este resol del carajo.

Me entra un brutal mido a que:¡ay cada tarde! Al volver de la Universitaria –lo recuerdas-, las siete de la tarde, caía, por ejemplo, la tarde de invierno, esa difuminación de los colores, andando por el frío, con el frío en la cara, dentro del frío, endiablado frío que te ponía la nariz colorada, mi Marta; tus piernas en las azuladas sombras, ¡que dulzura!, que temblor en los labios, juntos, en esa febril, humildísima , casi litúrgica realidad que significa estar juntos, la mano en la mano, tu brazo en mi cintura, tu mejilla, ¡tu mejilla!, fresca, lisa, tus líneas del rostro, ¡tan amadas!, que dulces nuestros besos al trote, tu saliva helada, tu mirada encendida de invierno, cuerpos los nuestros sudados, jugando a enfadarnos, ¿lo recuerdas?, ¡claro que si! , y luego volvernos, la enormidad de ver tu cuerpo aproximarse, nos detenemos, apenas rozándonos, sentirnos solos, una mirada furtiva a los lados por si hay guardias o curiosos, parcialísima pero bien profunda proximidad, tu aliento de azucarada virgen y un beso en la hendidura que forman los labios, el ir y venir de tu último respirar, todo eso, Marta.

¿Qué hago –tu dime-, en las horas esas que yo llamo horas-abismo, cuando se está solo? Y la tristeza sin contornos, incontrolable de flotar a la deriva, una angustia de caducidad y de malos presagios rondando en la cabeza, unas angustias cercándome como no te puedes hacer idea. Esos instantes que ¡antes llenos de ti! Y ahora y ¿ahora qué? Te quería mucho, Marta, la cosa mas querida del mundo, contigo las mejores horas de mi vida. He sido feliz, además: ¡de esto hace tan poco tiempo! La despedida, con los aires de provisionalidad que da la permanente ligazón de mi amor por ti.

Marta, Marta, Marta, te digo: en la despedida me despediste como despide una enamorada, te juro que no me lo esperaba que rompieses así, te voy diciendo como si te tuviera a mi lado, un poco en voz alta en el paseo donde llegué, el viento en las hojas de las palmeras, dentro del sonoro silencio: en la grava limítrofe con los jardines, miro hacia los pocos coches extranjeros aparcados en la carreterita, ni una nube en el cielo, a la derecha el hermético y mudo Ayuntamiento, el mar azul pálido, el fulgor del sol sobre las aguas hasta el horizonte en bruma de las cuatro de la tarde.

El paisaje de siempre. Tu estabas –palabra, ay, mi querida Marta- aquí aunque no estuvieras. Al otro lado de la calle que comienzo a recorrer, alguien, de la peña, seguro, al que no distingo, me saluda con la mano.

Se me ocurre, sentado en el banco (he hecho un pequeño alto para descansar) mirar tu foto. Te miro. Tu imagen, sonríe con una extraña mezcla de fatalidad y ternura. Parecía como si quisieras sonreír y no pudieras. No reacciono; quisiera reaccionar, pero no reacciono; no puedo., imposible, me quedo frío: estoy como embotado, sin sensibilidad.

Una sola idea acude a mi cerebro: cuando llegue a Madrid, ¿Qué haré sin ti? Además, otra cosa: vaya perspectiva, con los exámenes encima, mucho trabajo, todo el día encerrado en la pensión y sin ti, ¿y sin ti? Quiero verte, quisiera verte, ahora mismo, Vuelvo a meter la foto en la cartera, me levanto, cargo con el pis de la tía y llego al modesto paseo marítimo que tenemos aquí, un ensanche de la carretera, un mayor cuidado en los jardines, las espaciadas blancas luces curvas con las que hace poco iluminaron esta parte del pueblo. Unas gaviotas chillan sobre mi cabeza; lame el mar la estrecha caleta. Marta, cuanto, ¡Cuánto te quería!

El borde de tu falda, las rodillas presentidas en nuestra conversación, el poso del café con leche o su bajar garganta abajo, lo que supone que, ¿Cómo decirlo? Cada asignatura que se va aprobando sea, ¿cómo lo diría? Un alegrón tremendo que llena un día por entero porque ¡que tiempos de dicha!, este año contemplo!, si, si te quería una barbaridad digo (y me dio cuenta que en voz alta) atolondrado, al galope con la orina al costado, un poco mas y me achicharro; no son horas de pasear pis.

Te quería muchísimo, Marta, nuestros proyectos, el cariño que resulta que no me tenías y el que yo siento, ¡no hay que entienda un cariño así! Lo sublima todo, absolutamente todo, la fealdad de los deseos, por ejemplo a una mujer que va por la calle, los malos pensamientos en los sueños, la insolidaridad de los paseos nocturnos por ciertos barrios, el hecho mismo de haberse calentado la cabeza , antaño, con Las mil y una noches, porquería a todo pasto, la libido que dicen ahora, la libido marginada de las horas-abismo pero estás, estabas, tu y yo es, era bonito, a tu lado, un gran auténtico amor y ahora me dejas, ¿y ahora me dejas?
¡Mal ganas en este mal, horrible momento, de cargar con mi chata vida municipal, absurda. ¡Sobrellevar! que te estén todo el santo día dando la tabarra con mil chorradas -, …- ni modo de discutir, no es posible el dialogo. Ni leer tranquilo a veces ni te dejan. Y ahora la larga enfermedad de tía Eulalia. Miras para atrás y solo veas tías y más tías, fantasmas de tías en la memoria, Marta. Mira, Marta: aquí me tienes con el pipí de la pobre tía. Esto te lo cuento y nos hubiéramos reído mucho juntos.

¡Pobre tía Eulalia!, lo que ha sufrido, diez años padeciendo unos dolores insoportables, todos en el fondo deseando que se muera, un peso para todos. Ay, Marta: ¡no te puedes figurar el daño que me estás haciendo¡ sigo aguantando mecha, piso el resol que licua el asfalto, vaya horitas para transportar pis.
…En el puerto un pequeño pesquero descarga. Quisiera que me lo explicaras un poco , ¡o no? No basta con una carta sin mas, necesito saber, tengo derecho a saber. Es injusto esto,¡Marta!, ¡lo que te quiero!

Me detengo en la calle Santa Clara, en el número dos. En este momento, entrando en el zaguán, me entra una urgencia feroz, una desesperante prisa por salvar mi amor. ¿Posibilidades?: irme a Madrid 0 ¿escribirte?, tiene que haber algún modo, hay que hacer algo para detener esta disolución. La campanilla de la casa del analista suena suavemente. La puerta se abre y me interroga una figura femenina en la penumbra, digo el santo y seña: quien soy, filiación del pipí. Lo entrego con cuidado en las manos que me tienden. Me despido con un carraspeo. Desciendo hasta el sol de la calle, al viento marino, al silencio de la Semana Santa de mi pueblo. Aguanto firme, erguido en lo posible, esta asfixia don la maldita sensación irremediable de que me quedé sin ti.

Lo soporto malamente caminando en retirada entre los techos de paja de algunos chiringuitos abiertos: en la playa una maravilla de extranjera en bikini rojo juega con un balón en compañía de sus amiguitos, ¡bonito cuadro! Nunca se me dieron bien las “extranjeras”, para ligar sobre la marcha no sirvo, necesitaría meses para…Qué bonitas piernas tiene.

Marta, Marta, como es posible, ¡de veras! Acabar con todo, así, después, de todo este año, el de tercero, ¡anda!, que conseguimos aprobar casi todas las asignaturas, ¿te acuerdas? Te quiero mucho Marta pero se acabó todo!, ¡tu me explicarás por qué!
Y…me queda un rosario de encuentros contigo, traspasando juntos las estaciones, el otoñó, la Navidad limpia y luminosa, tu apareciendo, Marta, en la rosada bruma de la mañana, tu andar como lo único vivo y humano de la acera gris la que aun no llegó el sol. Accedo al paseo de las palmeras, bordeo con cuidado los jardincillos, enfilo mi calle. Sí, ahora mismo te escribo una carta preguntándotelo todo, esto no puede terminar así como así. ¡Si yo supiera escribir, quizá ¡ podría escribirte una carta emotiva, que te conmoviera pero, pero, ¿en que estoy pensando?...ya está aquí la falta de dignidad que temía en mis pensamientos pues ¿Qué iba a hacer? ¿Ponerme de rodillas y pedirte que no me abandonaras? Si que me gustaría escribir…

De ese modo podría escribir, reflejar eso de que de pronto te quedas solo, ¡pum!. Que se queda uno solo como ha tenido que quedar la tia Eulalia, ceñida en su férrea soledad porque, tiemblo de nuevo, a mi llegada a casa me dan la noticia de su repentina muerte. ¡Yo llevando orina y ella muriéndose! Pongo cara de pena, de haberlo sentido. Todo el mundo aquí hace eso; todo el mundo, mi familia, con cautela y astucia, pone cara muy seria. ¿Lo sienten?...hombre ¡un muerto es un muerto! Pero todo el mundo se alegra secretamente: claro, llegó la liberación (años y años la pobre tía sin conocer a nadie, haciéndoselo todo encima, incordiando lo indecible) pero reaccionamos con la actitud antípoda : en vez de dar saltos de alegría, como honestamente, correspondería, hacemos como que nos ponemos tristes, hablando bajo, algún hermanillo mío llora. Hasta incluso alguien (y porque siento asco, salgo a la terraza, y ¡zas! El endiablado calor otra vez): “Se ha ido al cielo, seguro; era tan buena; era tan buena, ni se quejaba ni nada la pobre, a pesar de sus dolores…”
En la terracilla, bañada del sol de media tarde, estoy solo: el pueblo, allá abajo, calcinado por el sol, parece como encogido, reducido por la temperatura y la luminosidad. La blanca espuma, la irrealidad y quietud del sol apenas se ve.
Enciendo un cigarrillo arrugado: a través de las celosías de las ventanas llega, amortiguado por el sólido silencio de la siesta, el trajín, el estupor gozoso de la muerte, las medidas que están tomando, tropiezos, las voces contenidas, un muerto es un muerto al fin y al cabo y la familia lo recibe siempre con las manifestaciones acuñadas en la ya larga tradición de los duelos.

Desde aquí veo maniobrar a un motocarro, allá en el paseo. Lo siento, tía Eulalia, y tu eternidad en ciernes, pero a mi, en este momento, lo único que me importa es que te perdí, Marta amada. Me doy cuenta que es tremendo y hasta despiadado la tía de cuerpo presente y yo pensando y tratando de recordarte, con la minuciosidad con que recuerda un enamorado a la mujer que, aquella mano en la mía, , mis sueños en los que tanto te tuve presente, mis recuerdos, el trascendente último beso , perdiendo ambos allí en la Castellana el equilibrio y tu luego perdiéndote en la maraña de gente que te ocultará, el gentío oque salta cuando el semáforo se abrió y que te absorbe , Marta, mi amor, amándonos en nuestra condición de hormigas ciudadanas, trocitos de biología flotando a la deriva., pero, ¿por qué, por qué Marta querida?
Aplasto el humo que la agonía del pitillo expulsa. Me apoyo en la casa invadida por la muerte. Entro en casa, te quería mucho, Marta, En el umbral de la habitación permanezco indeciso, huele a cerrado, huele mal y la cara de mi pobre madre que me empuja dentro muestra una tristeza un tanto desencajada, tropiezo con una silla, apoyo las manos que me tiemblan en el metal de la cama, ahora si que me acuerdo de ti, Marta, por primera vez, momentáneamente, me lleno de vida, ¡que bonito seria escribir!, no es tristeza ni vértigo; no es un sentimiento conocido.

lunes, 4 de mayo de 2009

Nueva version de desgracia viva

DESGRACIA VIVA 2

Anduvo cuatro días, después de muerto, por los paisajes de ultratumba.
Buscaba a su perrita: ¡en algún lugar de estos espacios sin espacio ni tiempo, debería de estar¡.
La muerte había sido incinerada, con parientes burgueses (magros y envejecidos) , hermanos diversos, allá en el cementerio del Este.
Todo impecable, pero mortalmente aburrido. Ahora en el recodo de una esquina de la nueva vida, se encuentra con un cuñado, encargado de recoger las cosas de la casa, tarea a la que se apuntó.
Llegaron a la vivienda. El había sido escritor: los trastos viejos de un escritor no es nada fácil deshacerse de ellos.
Un hombre común, cuando deja esta tierra, deja un perchero-árbol, zapatos, reloj longines, camisas, corbatas, un Don Quijote-cenicero, la enciclopedia monitor, las obras completas de Julio Verne, métodos de ingles; carpetas amarillentas. Cosas fácilmente desechables, pero cuando hay que entrar en la cueva de un escritor, por el contrario, la cosa es mas ardua. Porque: ¿y esa carpeta, de las ciento de carpetas, que se apiñan en una estantería: no tendrá una pagina colosal? ¿Y los libros? ¿Qué hacer con los libros?
Cuando entró con el cuñado en la vivienda –olor a librería de viejo- el empezó a hojear los libros, tomarlos, quitarles el polvo...
Dedicó horas a ver cual tirar y cual no.
El cuñado se impacientaba.
De repente, tomó un cuaderno y leyó una frase de Dostoievski que decía que el animal es una desgracia viva y a la hora de elegir ser un perro o un gato o un arroyo, o una fuente, el elegiría ser arroyo o fuente.
Y de pronto comprendió que significaba la vida como desgracia viva.
¡Demasiado tarde¡
A fin de cuentas, el estaba en la libertad condicional de los desaparecidos definitivamente , en la quimera de pensar de que su vida significaba algo para alguien, de manera que saber que la vida, cualquier ser viviente, era una desgracia viva, ¿a quien podía ayudarle? Sin embargo pronto entendió que ser una desgracia viva explicaba: la dedicación a la literatura, el infinito amor por su perra, el no haber alcanzado ni un minuto de felicidad en toda su vida, porque la desgracia, como el ser, era el fundamento de todas las cosas.
Bueno, bueno, mañana seguimos, dijo el cuñado.
Y el:
Me quedo un rato aquí tu vete.
El cuñado:
Mañana te veo.
¿Dónde?
Iré a buscarte por los senderos del sueño.
Ya se iba:
Oye, una cosa
Dime
Esa prima que en mi funeral mostró mucho interés por mi (lo había oído desde el féretro del tanatorio ponderar su talento como escritor) ¿como se llamaba?.

****


Pasó unas horas en casa y se extrañó como una vida , una vida que era la de el, como de la cualquiera, podía dejar tantas cosas.
El mundo se hunde en la tenebrosidad de la nada, pero queda una cantidad desmesurada de cosas.¿Cómo es posible que una existencia en su pequeñez es casiinexistente, deje tantas actividades locomotrices, afectivas (completamente inútiles, por otra parte)
Miraba los libros: cogía uno por uno, lo abría, creía que no había leído, y de repente veía que estaba subrayado el libro entero.
¿Y todo para qué?
Desgracia viva, desgracia viva, murmuraba, como si encontrada su perrita

martes, 14 de abril de 2009

DESGRACIA VIVA

Y Dostoievski de repente clama (no escribe: ¡clama¡):

Un animal me parece una desgracia viva y si me dieran a elegir entre ser perro, gato o un arroyo o una piedra, preferiría ser arroyo o piedra que animal.

De repente, ha tenido un momento el alma rusa este escritor, un movimiento de compasión desesperada, de exaltación de la verdad, de aflicción hondísima, y ha surgido lo que es algo superior para cualquier humano muy por encima del sentimentalismo cotidiano, y que se levanta porque es el recóndito amor que mora en cualquier parte y en ninguna de su vida física y que creemos que es nuestra esencialidad... ha irrumpido un espanto ante el pobre animal, ante lo que puede ser tragedia del animal.

Siempre asustado, siempre receloso, obligado al instinto, a la contumaz obligación de habérselas con las leyes inflexibles de la manada, ante la obligación no verbal, no pensativa, de procrear, proteger al cachorro balbuciente recién salido de su vientre y amenazado por otras alimañas deslizándose por la maleza.

Ahora hay agrupaciones piadosas que se llaman “movimientos ecologistas” en defensa de la vida animal, sarcasmo de un mundo cruelísimo, porque estos movimientos no son mas que hechos aislados, fragmentos de la maltrecha moral colectiva, pues el mas sublime clamor de una vida, la nuestra, debería haber empezado por allí, por la ecología como guía, brújula de lo que deber ser la existencia de este planeta... lo que debió ser antes de que la arqueología, esa ciencia de las fosas comunes, empezara a ver si esta punta de lanza llena de tierra, corresponde a lo que debió ser la sanguinolenta coliflor que llaman eufemísticamente cerebro.

El jainismo allá en los tiempos paralelos del budismo, decía que todos los animales tienen alma, y afirmó que en todos los animales –en todos, desde protozoo hasta el inmenso elefante- mora el espíritu.

Pero aquí, en el Occidente sofisticado grotescamente por la razón tecnológica, la lucha por el poder, con una historia que una rusa rabia definió como “robar y matar” todo eso suena a esoterismo esnob.

Mahavira, que fue el último de este movimiento de los jainistas que se consideraban heraldos de salvación creía en el panpsiquismo, esto es: “la idea de que todo lo que existe en el mundo posee un alma, no solo los animales, sino también las plantas, las piedras, las gotas de agua, etc.”

Así que ocurre algo extraordinario: un ruso del siglo XIX, y un pensador de Oriente coinciden en que los animales tienen alma.

Y acaso el alma les asuste y les duela. Por eso aquel no quiere ser animal, y este respeta la vida de las cosas dotándoles de espíritu.

Esta fraternidad jainista de Gandhi, que en rigor no es tal fraternidad, sino el que esto escribe y un enloquecido amigo, lleva escasa navegación y no especialmente ponderada sino más bien denostada.

Se toma la estampa del jainista que va barriendo por donde pasa para no pisar un insecto y sale solo de noche para no matar a algún animalillo, como algo ridículo, grotesco, y fruto amargo de una sensibilidad enferma.

Desde que el mundo es mundo, los individuos humanos han utilizado a los animales como seres inferiores, a los que han cargado y pegado de una forma despiadada. Nadie ha clamado por esto.

El Cristo –en el que sin fe creemos- no se ocupó del sufrimiento animal, no porque no le doliera sino, porque no tenía tiempo: tanto debía hablar al pueblo oscuro y tosco.

Desde que el antropoide empezó a ir más lejos de coger un fruto con un palo, se ha maltratado a los animales.

A todos menos al perro y al gato (porque a las aves con las que se convivía si no se las ha encerrado y degollado, se las ha metido en un jaula).

¿Por qué?

¿Por qué el perro y el gato, han convivido con el humano, ha sido uno más de la familia y ha recibido un extraño respeto (en general: claro que se le considera inferior: se le golpea cuando no ahorca, pero puede decirse que hay una extraordinaria excepción)?

Poco se sabe de todo esto: la propia literatura apenas se ha ocupado de perros y gatos (quizá la pintura se haya interesado más).

En fin... que preferimos ser piedra o arroyo a perro o a gato.

Muy sabio y muy práctico: ser animal es horrible. El animal es una desgracia viva.

La vida es una desgracia viva.

Acaso la muerte es también una desgracia viva.

Pero dentro de esa desgracia viva pudiera ser que estuviera la vida de la eternidad: porque desde el trasfondo de ese drama quizá haya un pasadizo hacia lo Absoluto, ese absurdo que perseguían filósofos absurdos.

Para concluir: inmolémonos en la entrega a la familia humana, perteneciendo a su orden doméstico.

Seamos gatos y perros, reencarnándonos y soportemos la patología de las familias.

¡Martirio y gloria!

miércoles, 1 de abril de 2009

Estoy interesado en mantener contacto con personas interesadas en la literatura y la filosofia oriental. Manden correo electronico

Susan y el sufrimiento animal

Vino hace 10 años la perrita Susan: la hembra mas prodigiosamente bella que puedes encontrarte y empezó su labor ética.
Primero, reafirmó nuestro rechazo de las corrida de toros, tortura llamada arte, y todo un diagnóstico de nuestra España (Baroja, en el Árbol de la Ciencia, -no somos nosotros, pues, lo que pensamos así) quería poner una ametralladora cuando salía la afición ebria de sangre de la plaza).
Y después, nos fue invadiendo el sufrimiento animal, lenta, muy lentamente, hasta casi no poder vivir:
El otro día, en Aranjuez, en una barca turística que recorría los bosques del Tajo, se nos comentó en el discurso del guía que a un elefante que regalaron a las gentes regias un poderoso de Egipto, al descubrir que apuntaba con acierto, unas bolas en un blanco, se le emborrachaba con vino “dulce” que ponían en un barril. ¡Alcoholizar a un elefante como gracia! La perversidad tiene inimaginables variantes.
Luego vino la sucesión de horrores en la India, el mono atormentado de angustia en el jardín de los edificios gubernamentales.
El diminuto asno al que le obligan a llevar una carga cien veces mas grande que el .
El pequeño oso cogido por la nariz y lleno de miedo porque debieron llevarle el sufrimiento hasta el delirio, allí en la carretera mientras los turistas lo fotografían.
Los camellos cogidos también por la nariz llevando cargas desmesuradas por carreteras prehistóricas.
No tenemos documentación pero la llamada vaca sagrada –asunto que no hemos investigado- no debía tener la vida fácil.
Así que hemos llegado a la orilla de la imposibilidad de vivir: un escritor dijo hace poco en diario el país una frase digna de Valle Anclan “España es un país de chorizo frito y al que es vegetariano se le considera un maricón”. ¡Magnifica apreciación de nuestro ruedo ibérico¡
Susan, dignísima, prodigiosísima perrita: ¡como nos has llevado a que nos duela todo, que no podamos ver un látigo, una espuela, un palo, ni un filete de ternera (hay que ver a las vacas en sus cárceles toda la noche llorando), un taco de jamón y ni quisiera un huevo frito ¿Qué hiciste?
¿Qué nos hiciste? ¿No te bastó con darnos tu feminidad inescrutable
Tienes ya 10 años pero has de vivir mucho mas.
Un teólogo amigo nos dice que te iras, perrita amada, con nosotros al cielo, aunque parece ser que los animales no tienen vida eterna aunque, ¡Por que no¡ Si algo tu has de estar en ese algo, moviendo las orejitas.
Un rey de la India, que mató y torturó mucho, acabó convirtiéndose al humanismo, y dictó normas para el respeto a los animales.
Parece que los hospitales de animales mas antiguos están en la India. Claro que allí un gran respeto por los indefensos no se ve por ninguna parte
El primer precepto del budismo es : me comprometo a abstenerme de hacer daño a ningún ser viviente.
Ustedes acaso sonrían al leernos No lo hagan. Esto es muy serio.
El Dalai Lama -superlativo héroe de nuestro tiempo, en su destierro en la India- consiguió que no mataran algunas ovejas del lugar aunque no pudo evitar que acabaran con todas
También dijo que el respeto por los seres sintientes debería llegar a ayudar a un insecto a salir de un charco. Los jainistas iban por los caminos cuidando no pisar a ninguno.
Así que digamos con Krishnamurti: mi pena no es mi pena sino que es la pena del mundo; y con Dostoievski “no me arrodillo ante ti, me arrodillo ante el dolor del mundo
No te mueras nunca, Susan: nos has ayudado a saber como la humanidad, en un momento, al no respetar la grandeza y dignidad de los animales, equivocó el camino.
miércoles, 01 de abril de 2009

Todo es al revés

Victor Sklovski, en su libro “la cuerda del arco”, maravilloso libro lleno de poesía, hablando de Dostoivski, que ha sido para mi una guía, un enigma y me ha incitado a hacerme constantes preguntas sobre la naturaleza humana, cita un comentario que un critico ruso hizo sobre su literatura.


En Dostoievski todo es al revés, por ejemplo un hombre se encuentra con un león. ¿Y qué hace? Naturalmente se pondrá pálido e intentará huir y ocultarse. En toda narración sencilla de Julio Verne por ejemplo sucederá así. Dostoievski dirá lo contrario: el hombre se sonrojó y permaneció quieto. Será un lugar común a la inversa.

En los últimos días, y ante la cercanía del tercer encuentro en mi casa con personas cercanas que se han interesado por crear una “fraternidad de seres coincidentes” (como dijo un escritor español contemporáneo al hablar de lo que todo el mundo necesita)... me ha rondado este ver “todo al revés” dostoievskiano.
La vida humana es “reaccionar ante algo, interno y externo”. Interno: pensamiento, sentimiento y sensación. Externo: objetos que aparecen ante nosotros y pasan de largo (un ruido, una nube, alguien desconocido) o que nos implican obligándonos a hacer algo. Como el león del ejemplo.
Ver todo al revés es la gran revolución interior. La transformación definitiva.
Ahí está todo.
Una metamorfosis absoluta de nuestro vivir es, en efecto, “ver todo al revés”, como descubrió Dostoievski.
¿Ejemplos? Innumerables e interminables, porque todos los días –que digo todos los días, cada instante- nos están ocurriendo cosas. Pondremos algunos ejemplos
Veo a alguien, que me interesa, pido reciprocidad por parte de esa persona, veo que no la hay: pienso entonces: esta persona no tiene interés por mi. Pues bien: es al revés; a esta persona le produzco una curiosidad y una simpatía extraordinaria, lo que pasa es que ella se está defendiendo de esa impresión, en razón de sus experiencias pasadas.
Otro caso: Espero que alguien me llame, como hemos quedado, para vernos. No llama: pienso: se ha olvidado, o no le intereso, o no puede. Me equivoco, es al revés de lo que yo creo: esa persona está esperando que yo la llame; no llama porque piensa justamente lo que yo pienso de ella, que no le intereso.
Me duele algo: creo que es dolor, pues no es dolor: es una manifestación de vida, que, al desarrollarse demasiado, no es molesta, pero por su intensidad, confundo con el sufrimiento, del que hay que escapar.
Una persona pone objeciones a un juicio que valor mío : pienso que hay un rechazo por su parte, no a mi opinión, sino a mi mismo (mi apariencia física, mi voz, mis ademanes, mis gestos). Pues es al revés: esa persona está expresando justo lo contrario: que se siente no solo atraída sino incluso fascinada por mi, y que su “no estar de acuerdo conmigo” viene a ser, una defensa ante el compromiso emocional que yo le estoy despertando.
Creo que tengo graves dificultades en comunicarme en determinadas áreas de la vida social. Pues no es así: me comunico, y de una forma magnífica, fluida, fresca, pero lo que pasa es que al producir un efecto tan inusual, eso crea un asombro que interpreto como rechazo.
Estoy convencido –o me han convencido: siempre las opiniones de los demás nos confunden y hasta nos desorientan si no nos dañan incluso- ...estoy convencido de que he equivocado mi formación: que me debería haber dedicado, como mi padre, a la ingeniería. No es así: jamás podría practicar la ingeniería y mi vocación literaria es la que es y no puede ser de otra forma. He creído que estoy en el error porque estoy atravesando un periodo de muy poca creatividad artística y unas circunstancias económicas desfavorables.
Estoy prisionero de un deseo que no puedo satisfacer. Este deseo puede ser: de comunicarme mentalmente, de interactuar afectivamente, de alcanzar al apropiarme poseer un objeto una satisfacción alimenticia, sensual. No lo puedo hacer, y hago cosas que no me convienen: ritos de ansiedad, tensión, queja, hasta tensiones compulsivas de las que me arrepiento (fumar, beber, caminar aceleradamente, quejarme telefónicamente)...en fin, diversas formas de aplacar ese deseo que no se cumple.
Otro ejemplo de dolor físico: Tengo una herida, es una herida que tengo en la planta del pie o en la espalda; no me la puedo ver, y de repente, el pequeño dolor que sentía pienso que es signo de que ha empeorado la herida, que hay una infección. No es así: lo que esta ocurriendo la piel se está cerrando, y esto intensifica una sensación intensa.
Hablando ya de mi vida en general, vivirla pensando que toda la teoría de mi mismo, es erróneo; todo lo contrario, debo tener en mi mente la idea –la creencia mas bien- de que todo mi estar en el mundo, puede experimentarse en el otro polo de la vida, da un paso enorme en mi existencia.
Porque entonces me libro de los condicionamientos de esa percepción simple, y equivocada. Eso es la libertad: el estado de libertad –“el nacido dos veces” del iluminado en el Yoga; el elegido de Dios en el cristianismo-...ese estado de libertad es “un ascenso de nivel”, la superación de la condición profana.
TODO ES AL REVES.
ESTA ES LA SUPREMA FORMA DE LIBERARNOS DE LA IGNORANCIA EN RELACION CON LO QUE VIVIMOS.
Salto superlativo que nunca dimos y que ahora daremos si nos entrenamos la “bipolaridad perceptiva”, que hoy sugerimos como idea-madre de una nueva vida.
La cual es posible desde este hallazgo del genio de la novela rusa.
Todo es exactamente contrario a lo que creo que es: este artículo pienso que es claro, sencillo, inteligible y por lo tanto terapéutico.
Pues no: es confuso-
Este articulo es, por el contrario, confuso. Pues no: es lo mas claro que he escrito en mi larga dedicación a la psicoterapia
Humanista

Un minuto de atención en la respiración

Si se estudia con rigor los pilares del yoga, se llega a la conclusión de la profundidad de sus técnicas, aparentemente muy sencillas.
El Yoga se entiende como una gimnasia que en estos tiempos confusos y desconcertantes, se practica como una terapia mas. “Voy a yoga los lunes y los viernes”, se dice, como “voy a natación o a aeróbic”.
El yoga no es eso. El Yoga es la India. Un camino de acceso a la libertad, practicado y contrastado durante siglos, como ha estudiado, con un rigor extraordinario, uno de los grandes estudiosos de las ideas religiosas de nuestro siglo, Mircea Eliade, en su libro, “Yoga. Libertad e inmortalidad. .
Sea como sea, conocer el por qué de esas prácticas que nos sorprenden por su simplicidad, ha de sernos muy útiles.
De la práctica concreta de ellas, si ustedes estudian a fondo el libro que acabo de citar, no van a encontrar mas que el espíritu que las anima. Estos son puntos esenciales del método:

· Concentración en un punto.
· Inmovilidad corporal.
· Respiración rítmica.
· Y la exigencia de hacerlas estas tres con la mayor atención
En la atención está la clave
Porque si la atención es mínima o nula, entonces no tienen ningún valor.
Veamos la necesidad de la atención.
Veamos por qué el yoga este camino de autorrealización que se hunde en lo mas profundo de los tiempos que tiene su filosofía en la atención
Como escribe Eliade en el libro que acabamos de citar:
“Las excavaciones comenzadas hace treinta años, en Penjab por Sir John Marshall y colaboradores y continuadas por E. Mackay, Vatts y Wheeler, revelaron una civilización cuyo apogeo puede ser situado entre los 2.500-2000 años de la era cristiana. Son principalmente las dos ciudades fortaleza Mohenjo-Daro sobre el Indo y Harappa sobre un afluente del Indus, Ravi.
Después de una exposición rigurosa de las características de esta cultura, dice que el tipo iconográfico que aparece en los hallazgos puede ser considerado como la primera representación plástica de un yogui.
En los Yogasutras, un libro célebre en la bibliografía del yoga, se repite una y otra vez, que se ha de conseguir romper el proceso mental, detenerlo, eliminarlo.
En nuestra cultura occidental, en la que existir, era pensar (Descartes) , querer erradicar el flujo mental puede parecer una aberración, algo antinatural..
Pero no es así: muchos de nuestros pensamientos son fuente de dolor: recuerdos, heridas no sanadas, ideas sobre el futuro oscuro...etc.
El maestro espiritual Krishnamurti, decía que hay que saber donde está la línea divisoria que separa el momento en que hay que pensar plenamente de aquél en que no hay que pensar en absoluto.
La atención, aquieta la mente de un modo extraordinario.
Nosotros recomendamos, la respiración rítmica, estar atentos al respirar que se puede hacer en cualquier momento, y lugar, incluso haciendo vida social. A diferencia de las otras prácticas que exigen estar solo.
Recomendamos que se haga por lo menos un minuto al día (en un minuto se pueden hacer hasta 15 respiraciones completas).
La concentración en el aire que entra y en el aire que expulsamos, constantemente, vacía de la mente.
El maestro Krishnamurti lo dice de una manera muy bella:
Si usted ve plenamente una montaña, usted desaparece.
La importancia de la atención durante minuto de respiración puede ser muy tranquilizadora incluso desde el primer día.
Debemos estar muy atentos al aire que entra en nuestro pecho, al ruido de ese aire al atravesar las fosas nasales, los cambios experimentados en el pecho que se expande y luego vuelve a su estado normal.
En nuestra práctica psicoterapéutica, que evita dar muchos consejos porque pueden llevar producir el efecto contrario, que es que la gente se agobie con normas y ejercicios, este minuto de respiración, ha sido eficaz en situaciones obsesivas, o con vivencias depresivas, disfunciones o “somatizaciones” (así llamadas las conversiones de la angustia en molestias físicas de todo tipo).
El minuto de respiración concentrada hay que hacerlo una vez al día –antes, durante, o después- de la angustia porque además iniciará el camino de la atención, otro de los grandes senderos de la vida la perfección.,
Practiquen por lo menos un minuto cada día.
Encontrarán, téngalo por seguro, un inmediato sosiego, lo que les llevará a hacerlo de nuevo y no solo un minuto sino durante mas tiempo, y así empezarán a poner los cimientos de una vida atenta, de una vida consciente de si misma.
Y conseguirán, además, que su autorrealización vaya siendo un reto cotidiano para superar la condición profana –como dirían los yoguis- y alcanzar el nirvana. Esta palabra no deben tomarla como esotérica o extraña, porque el nirvana es sencillamente alcanzar la libertad absoluta.
La cual no se alcanza nunca –somos limitados- pero eso no importa: toda gran obra –y hacer la propia vida lo es- es obra inacabada.
Por último, una anécdota de Anthony de Mello -
El discípulo vuelve después de muchos años a ver a su maestro.
Entra en la casa. El discípulo desea conocer la “evaluación” de su maestro en sus progresos en la vida espiritual, después de mucho tiempo en el practicó sus enseñanzas.
El maestro le dice:
¿Solo te voy a preguntar una cosa?
¿Cuál?, responde el discípulo.
Cuando entraste en mi casa, llevabas un paraguas y unos zuecos. Bien. ¿Recuerdas como los dejaste en la puerta: ¿los zuecos a la derecha o a la izquierda del paraguas?.

El discípulo no supo que contestar. El maestro le dijo:

No aprendiste nada. Vete y practica la atención.

Estas líneas quieren ser unos consejos prácticos, cuando el apoyo psicológico personal no es posible.
N o dude quien lo lea del valor de la respiración. y empiece ahora mismo. Estamos hablando solo de un minuto. Verá como sigue día a día practicando la atención en la respiración Tampoco se preocupe sobre si “lo hace bien o no lo hace bien”. La clave es la atención, observar el aire que entra y el aire que expulsa.
Se abrirá a la atención que es la esencia del orden.
Un medico suizo, Vittoz, muy citado, descubrió que la conciencia de los actos baja los niveles de angustia
y empezará a descubrir su vida profunda.
Este trabajo tiene la finalidad de dar un gran valor a esta práctica. Porque si mostramos hasta que punto es importante ese minuto de respiración, nos servirá mucho. Podríamos traer otros muchos textos de la India sobre la concentración pero pensamos que no es necesario.
Creemos que este texto iluminara a quien lo lea.

Ultima revisión,
miércoles, 01 de abril de 2009