martes, 14 de abril de 2009

DESGRACIA VIVA

Y Dostoievski de repente clama (no escribe: ¡clama¡):

Un animal me parece una desgracia viva y si me dieran a elegir entre ser perro, gato o un arroyo o una piedra, preferiría ser arroyo o piedra que animal.

De repente, ha tenido un momento el alma rusa este escritor, un movimiento de compasión desesperada, de exaltación de la verdad, de aflicción hondísima, y ha surgido lo que es algo superior para cualquier humano muy por encima del sentimentalismo cotidiano, y que se levanta porque es el recóndito amor que mora en cualquier parte y en ninguna de su vida física y que creemos que es nuestra esencialidad... ha irrumpido un espanto ante el pobre animal, ante lo que puede ser tragedia del animal.

Siempre asustado, siempre receloso, obligado al instinto, a la contumaz obligación de habérselas con las leyes inflexibles de la manada, ante la obligación no verbal, no pensativa, de procrear, proteger al cachorro balbuciente recién salido de su vientre y amenazado por otras alimañas deslizándose por la maleza.

Ahora hay agrupaciones piadosas que se llaman “movimientos ecologistas” en defensa de la vida animal, sarcasmo de un mundo cruelísimo, porque estos movimientos no son mas que hechos aislados, fragmentos de la maltrecha moral colectiva, pues el mas sublime clamor de una vida, la nuestra, debería haber empezado por allí, por la ecología como guía, brújula de lo que deber ser la existencia de este planeta... lo que debió ser antes de que la arqueología, esa ciencia de las fosas comunes, empezara a ver si esta punta de lanza llena de tierra, corresponde a lo que debió ser la sanguinolenta coliflor que llaman eufemísticamente cerebro.

El jainismo allá en los tiempos paralelos del budismo, decía que todos los animales tienen alma, y afirmó que en todos los animales –en todos, desde protozoo hasta el inmenso elefante- mora el espíritu.

Pero aquí, en el Occidente sofisticado grotescamente por la razón tecnológica, la lucha por el poder, con una historia que una rusa rabia definió como “robar y matar” todo eso suena a esoterismo esnob.

Mahavira, que fue el último de este movimiento de los jainistas que se consideraban heraldos de salvación creía en el panpsiquismo, esto es: “la idea de que todo lo que existe en el mundo posee un alma, no solo los animales, sino también las plantas, las piedras, las gotas de agua, etc.”

Así que ocurre algo extraordinario: un ruso del siglo XIX, y un pensador de Oriente coinciden en que los animales tienen alma.

Y acaso el alma les asuste y les duela. Por eso aquel no quiere ser animal, y este respeta la vida de las cosas dotándoles de espíritu.

Esta fraternidad jainista de Gandhi, que en rigor no es tal fraternidad, sino el que esto escribe y un enloquecido amigo, lleva escasa navegación y no especialmente ponderada sino más bien denostada.

Se toma la estampa del jainista que va barriendo por donde pasa para no pisar un insecto y sale solo de noche para no matar a algún animalillo, como algo ridículo, grotesco, y fruto amargo de una sensibilidad enferma.

Desde que el mundo es mundo, los individuos humanos han utilizado a los animales como seres inferiores, a los que han cargado y pegado de una forma despiadada. Nadie ha clamado por esto.

El Cristo –en el que sin fe creemos- no se ocupó del sufrimiento animal, no porque no le doliera sino, porque no tenía tiempo: tanto debía hablar al pueblo oscuro y tosco.

Desde que el antropoide empezó a ir más lejos de coger un fruto con un palo, se ha maltratado a los animales.

A todos menos al perro y al gato (porque a las aves con las que se convivía si no se las ha encerrado y degollado, se las ha metido en un jaula).

¿Por qué?

¿Por qué el perro y el gato, han convivido con el humano, ha sido uno más de la familia y ha recibido un extraño respeto (en general: claro que se le considera inferior: se le golpea cuando no ahorca, pero puede decirse que hay una extraordinaria excepción)?

Poco se sabe de todo esto: la propia literatura apenas se ha ocupado de perros y gatos (quizá la pintura se haya interesado más).

En fin... que preferimos ser piedra o arroyo a perro o a gato.

Muy sabio y muy práctico: ser animal es horrible. El animal es una desgracia viva.

La vida es una desgracia viva.

Acaso la muerte es también una desgracia viva.

Pero dentro de esa desgracia viva pudiera ser que estuviera la vida de la eternidad: porque desde el trasfondo de ese drama quizá haya un pasadizo hacia lo Absoluto, ese absurdo que perseguían filósofos absurdos.

Para concluir: inmolémonos en la entrega a la familia humana, perteneciendo a su orden doméstico.

Seamos gatos y perros, reencarnándonos y soportemos la patología de las familias.

¡Martirio y gloria!

1 comentario:

  1. LA VERDAD ES QUE A MI ME GUSTA MUCHO EL CONEJO DE MONTE
    Y LA CABEZA DE CERDO HECHA EN LUGO
    LO MALO ES QUE LOS HUMANOS SE COMEN UNOS A OTROS. Y ENCIMA SE ASAN A FUEGO LENTO. Y SE HUMILLAN Y SE DESPRECIAN. Y MUCHOS DE LOS QUE HUMILLAN SON LOS QUE SUELTAN DISCURSOS DE AMOR.
    NO SOLO MAHAVIRA, TAMBIÉN SAN FRANCISCO DE ASÍS AMABA A TODOS LOS SERES VIVOS. ESTABA LOCO Y ERA UN MÍSTICO Y UN HIPPIE.
    PERO TAMBIÉN ALLEN GINSBERG, JUDÍO Y HOMOSEXUAL. LANZÓ UN AULLIDO EN FAVOR DE LA HUMANIDAD.
    PERO NADIE SUFRIÓ CON LOS QUE SUFREN, Y AMÓ DE UNA FORMA TAN DELIRANTE COMO DOSTOYEVSKI. Y YO LO AMARÉ HASTA EL FINAL DE MIS DÍAS.

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