¿Qué decirte... ahora que me estás mirando?
En tus pupilas flota la belleza que la vida me escamoteó, los años-cerrojo, los meses-atadura, los días-cárcel.
¿Qué decirte? Ahora que estás al otro lado de la mesa, cabeceando ligeramente, haciendo que tus largos pendientes sean campanillas y música en este café en que nos hemos refugiado.
¿Qué decirte?¿Hablarte de mi viejo ego siempre tan seco y malhumorado y que de repente es fresco y risueño, porque tú viniste a mi cuando todo estaba ya derrotado?
Ahora mi yo se limpia, tu lo limpias.
No pienses, dulce sombra soñada, no creas que vengo a tus orillas con el alma amarga.
Es puro júbilo verte, saber que siempre estarás a mi lado.
Prodigio profano, milagro agnóstico eres.
De niño te buscaba, animal hembra, piedra del centro de la tierra.
¿Qué decirte? ¿Cómo contarte la crónica mental de las ensoñaciones, de la permanente idea de que estabas ahí?.
Estamos juntos.
Te escucho en la cocina, en la cama, en el portal.
Enmudezco y callo.
¿Qué decirte? ¿Sólo que te quiero...? ¿Como hablarte de un sentimiento que es superior al sentimiento mismo?
Muchas veces, estando a tu lado, siento que no estás, que te has ido y solo quedan tus manos.
Muchos años llevamos juntos... pero ahora tengo que hablarte y no puedo. No sé como.
¿Cómo hablarte? Me es necesario saber como te hablo porque si aprendo a hablarte, aprenderé por fin la forma de unirme al mundo.
Callo, mirándote.
Pienso: me quedo con el silencio.
Pero tampoco... se que tampoco esta es la solución.
Estas ahí, ahora, con tus pendientes.
Tus labios se acercan al filo de la taza. Fuera, atruena sin gracia una ciudad sin gracia.
Aquí nacimos. O mejor dicho: nacimos cuando nos encontramos, cuando empezamos a construir la catedral de sentimientos inexpugnables que dijo un poeta ruso que era el amor.
Tal vez sepas lo que te tengo que decir.
No puedo decirte nada, pero tampoco puedo callar.
Somos quizá cuerpos solo, habitados ocasionalmente por el aliento del universo.
Solo los poetas dolidos de amor supieron hablar a la mujer. O acaso ellos tampoco.
Un antiguo árabe escribió: ojalá tu lejanía de mi sea tan esbelta como tu cintura. ¿Te digo eso? ¿Te lo digo ahora?
Eres esbelta y bella. Para mi.
No envejeces ni te haces más joven.
Y es que cuando amamos con dulce ferocidad, de modo tan fatal como la muerte, el pensamiento se hace inútil.
La intensidad de mi silencio me duele. Es un dolor físico, una punzada, la espina en la carne que decía Kierkegaard.
Todo quizá es mentira, así que decirte algo pudiera no ser verdad.
Soy un pequeño burgués, alzado a lo grande, gracias a tí.
¡Como decirte cual es el lugar que ocupas no en mi corazón, que es el mundo!.
Sigues ahí: terminaste la taza de café, un bostezo lo ocultas con tu mano.
He de buscar que decirte. No he de recurrir a la palabra bella, que mi amor por ti vacía de significado.
Me angustia no tener palabras para ti. Porque si descubro como hablarte, sabré como dirigirme al mundo.
Prosigo en mi terrible duda.
¿Que decirte?
Quizá el hombre, cuando dejó de ser homínido y cuadrúpedo (si es que no lo sigue siendo aunque bípedo)... quizá el hombre solo quiere saber que decir a la mujer.
Tal vez toda la civilización hecha con amor y sangre, se hizo gracias al aguijón de la búsqueda de que decir a la mujer.
Quizá decirte cómo tu cuerpo -su olor, su suavidad, su torpeza, y su gloria- , es una prolongación, pero, ¿cómo contártelo?
¿No será mejor callar?
Te diría, ahora que nos hemos despedido y nos separamos en la calle, te diría a modo de despedida: me has curado de la grave enfermedad del hombre que es estar todos los minutos de su vida pensando en la mujer..
Pero no digo nada.
Suspiro.
Veo una nube espesa -las hermosas nubes de febrero- y pienso: “esa nube es esa nube porque tú estás”.
Las cosas son gracias a tí.
miércoles, 11 de marzo de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario